Gato Azul Gato Rojo

Cuentos

CL$2000

Érase una vez en un mágico bosque lleno de árboles altos y flores de colores brillantes, un pequeño conejito llamado Tico. Tico era un conejito curioso, siempre saltando de un lugar a otro, explorando cada rincón de su hogar. Sus orejas largas y suaves se movían con el viento mientras olfateaba las fragancias dulces de las flores y escuchaba el canto de los pájaros. Un día, mientras paseaba cerca del arroyo, se encontró con su amiga la tortuga, Tula. Tula era muy sabia y siempre tenía historias fascinantes que contar. —¡Hola, Tico! —saludó Tula con una sonrisa—. ¿A dónde vas hoy? —¡Hola, Tula! Estoy buscando una aventura, algo emocionante que hacer. —dijo Tico con entusiasmo. —Te tengo una idea —respondió Tula, con una mirada cómplice—. He escuchado rumores sobre un tesoro escondido en lo más profundo del bosque. Dicen que solo los más valientes pueden encontrarlo. Los ojos de Tico brillaron de emoción. —¡Eso suena increíble! ¡Vamos a buscarlo juntos! Tula asintió y los dos amigos comenzaron su travesía. Saltando y caminando, cruzaron un claro donde los rayos del sol iluminaban todo a su alrededor. Se detuvieron un momento para disfrutar de la belleza del lugar. —A veces las mejores aventuras están justo aquí, en la naturaleza —dijo Tula, mientras miraba a su alrededor. Siguieron su camino, adentrándose en el bosque. El aire se volvió más fresco y el canto de los pájaros se convirtió en un suave murmullo. Tico, lleno de energía, empezó a imaginar todo tipo de tesoros que podrían encontrar, pero Tula, que era más cautelosa, le recordó que lo más importante era ser valientes y cuidar el uno del otro. Continuaron avanzando hasta llegar a un gran árbol en el que encontraron un mapa antiguo. Tico lo recogió con cuidado. Estaba cubierto de dibujos extraños y marcaciones que parecían indicar el camino hacia el tesoro. —¡Mira, Tula! ¡Un mapa! —exclamó Tico con alegría—. Esto nos llevará al tesoro. Tula miró el mapa, estudiándolo con atención. —Parece que debemos atravesar el Puente de las Fadas. Dicen que es un lugar mágico —explicó Tula. Tico, emocionado, asintió y, juntos, se dirigieron hacia el puente. Al llegar, se dieron cuenta de que estaba custodiado por una pequeña hada que brillaba como una estrella. —Para cruzar este puente, deben resolver un acertijo —dijo el hada con una voz delicada—. Si lo logran, podrán avanzar; si no, deberán regresar. Tico y Tula se miraron con determinación. —¿Cuál es el acertijo? —preguntó Tico, listo para intentar resolverlo. El hada sonrió y dijo: —Blanco como la nieve, negro como una noche sin luna. ¿Qué soy? Tico pensó durante un momento, pero Tula, que siempre era buena con los acertijos, dijo: —¡Es un pingüino! El hada sonrió aún más y movió su varita mágica. —Correcto, pueden cruzar el puente. ¡Que su aventura continúe! Tico y Tula cruzaron el puente, llenos de alegría. Ahora estaban cada vez más cerca de encontrar el tesoro. El mapa los llevó a una cueva oscura escondida detrás de unas rocas. Con un último respiro, se adentraron en la cueva. Dentro, el aire era fresco y había un suave murmullo de agua. De repente, en el fondo de la cueva, vieron una luz brillante. —¡Es el tesoro! —gritó Tico emocionado. Cuando se acercaron, vieron que el tesoro no eran joyas ni monedas, sino un hermoso baúl lleno de libros y juguetes. —Esto es increíble, Tico. ¡Mira lo que hemos encontrado! —dijo Tula, revolviendo los juguetes llenos de colores. —¡Son tesoros de imaginación! —respondió Tico mientras examinaba los libros, llenos de historias y aventuras. Los dos amigos sonrieron, sabiendo que el verdadero tesoro no era solo lo que habían encontrado, sino la aventura que habían compartido juntos. Decidieron llevarse algunos libros y juguetes, pero dejaron el baúl en la cueva para que otros conejos y tortugas pudieran encontrarlo en el futuro. Al salir de la cueva, el sol estaba comenzando a ponerse, tiñendo el cielo de un hermoso color anaranjado. —Hoy hemos demostrado que el valor y la amistad son la verdadera riqueza —dijo Tula, mirando con gratitud a su amigo. —Sí, y el bosque tiene mucho más que ofrecer. ¡Hay más aventuras por descubrir! —respondió Tico con una gran sonrisa. Así, Tico y Tula regresaron a sus hogares, contentos y emocionados por todas las aventuras que aún les esperaban. La amistad y el deseo de explorar el mundo nunca terminarían, y juntos siempre encontrarían el camino hacia el verdadero tesoro. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.